Escribir acerca de este sentimiento, resultó ser más complejo de lo que en un principio pensaba. ¿Por dónde empiezo? …
En cada una de nosotras existe un código moral, normas a las que estamos sujetas y que hemos ido aprendiendo de nuestros padres, educación, cultura, contexto… El sentimiento de culpa es ese guardián que avisa del incumplimiento de una de esas normas. Algo súper importante y a destacar, es que este sentimiento de culpa puede ser funcional, que es cuando ayuda a resolver un problema, o disfuncional que es justo cuando agrava el problema añadiendo mayor sufrimiento.
Tengamos muy presente, que el código del que hablamos no es algo inamovible, si no algo que con el tiempo y las transformaciones de estilo de vida y necesidades puede cambiar, es decir, podemos discernir sobre ese sistema de creencias y modificar lo necesario. Esas normas a la que nos aferramos y no cambiamos, porque así son desde la época del tatarabuelo, son las normas que originan culpas disfuncionales: son rígidas, absolutas y muy generales. La culpa, para ser funcional, debe ofrecer al culpable elementos para satisfacer su necesidad, sin faltar al código de normas que tiene.
En este artículo sobre la culpa, debemos hablar de los dos protagonistas de la trama: el juez (culpador) y el culpable. La función principal del juez (culpador) no es injuriar o agredir al culpado, sino reestablecer el respeto al código. Sabemos, que no siempre es así, y que las formas no siempre son las que ayudan a crecer y hacer conciencia. En la mayoría de las ocasiones, son formas disfuncionales: descalificación y castigo. Ojo, ambas son un claro síntoma de ignorancia emocional de ese tipo de culpador, que cree que el castigo es una forma de enseñanza y lo ve como un sinónimo de enojo.
Responde por favor a esta pregunta, ¿quién es con más frecuencia tu juez?
Así es, somos nosotras mismas, en la mayoría de los casos, el culpador mas rígido, exigente y perseguidor que tenemos. Somos todavía un amplio número de mujeres las que continuamos culpándonos de casi todo lo que hacemos y de lo que no hacemos, también. Nos cuestionamos y enjuiciamos a partir de esquemas mentales que hemos heredado, marcados por nuestro contexto o educación.
Nos sentimos culpables si trabajamos fuera de casa y no atendemos 24/7 a la familia, nos sentimos culpables si no trabajamos ejerciendo nuestra profesión. Nos sentimos culpables por pasar un fin de semana fuera con las amigas, nos sentimos culpables por no dedicarnos tiempo. Nos sentimos culpables si no tenemos la casa perfecta, nos sentimos culpables si no estamos a la altura de las amigas empresarias-ejecutivas. Nos sentimos culpables de trabajar 8 horas y llevar trabajo a casa, restando atención a nuestros hijos. Nos sentimos culpables por tomar la decisión de no amamantar a nuestro hijo. Nos sentimos culpables por las bajas calificaciones de nuestro hijo…. Y así una larga lista que te invito a personalizar.
¿Vale la pena seguir cargando con esa culpa disfuncional que no ayuda a crecer, sino que empequeñece? Posiblemente el primer paso a dar sea dejar de ser nuestro principal juez. ¿Cómo hacerlo?
- 1Cuestionarnos sobre ese código moral que al inicio mencionamos. Todas esas reglas, normas impuestas, ¿son válidas ahora? ¿Las adopto para mí, para mi vida?
- 2Ese hecho que nos provoca culpa, ¿era yo la única responsable? ¿era responsabilidad compartida o de alguien más?
- 3Reflexionar sobre las consecuencias. Con mi decisión, con mi acción, ¿dañé a alguien?
- 4Ya con estas respuestas, ¿sigo teniendo el mismo nivel de culpa?
Hay quien opina, que la culpa es un sentimiento que no aporta nada, que simplemente crea angustia, ansiedad, estrés y que no tiene un lado luminoso. Yo personalmente, creo fielmente en la parte luminosa de la culpa. Esa parte que nos hace reconocer el error y que nos impulsa a aprender de él y nos engrandece. Creo en la parte luminosa de la culpa que provoca que nos acerquemos al otro o a nosotras mismas para ofrecer una disculpa por el daño causado, creo en la parte luminosa que nos hace frenar nuestras acciones impulsivas y nos conduce a acciones más meditadas…creo en esa culpa.
Me alejo de la culpa que paraliza la libertad para expresarnos desde lo que somos y desde lo que queremos. Me alejo de esa culpa impuesta socialmente y me alejo de ella porque no reconozco esas reglas, esas normas.
Y tú, ¿con que te quedas? ¿De qué decides alejarte?
Todos tenemos derecho a tomar decisiones, todos tenemos derecho a equivocarnos y aprender a partir de ahí.