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No todxs somos iguales: entendiendo la interseccionalidad

María José Lugo

febrero 22, 2022

Desde que nos incorporamos a la sociedad el mantra “todos somos iguales” se nos inculca, intentando aludir a un principio fundamental. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos en papel, el mundo real no funciona de este modo. En el momento que nacemos nos incorporamos a un sistema de casillas que intentan definir cada componente de una persona. Estas casillas van desde el género, el estatus socioeconómico, la raza o etnia a otros identificadores que nos alienan los unos de los otros. Este fenómeno, se llama interseccionalidad y corresponde al cruce de caminos o realidades a los que un individuo particular se enfrenta debido a las casillas o grupos a los que pertenece.

En nuestra realidad contemporánea ser mujer trae consigo una posición de subordinación a los hombres; sin embargo, la realidad a la que se enfrenta una mujer indígena de bajos recursos no es la misma a aquella de una mujer blanca con acceso a educación superior. 

Más que un sistema de suma de “barreras”, la interseccionalidad busca explicar de manera didáctica los sistemas de opresión de facto, posicionando al tope de la “cadena alimenticia” a los hombres blancos cisgénero heterosexuales y sin alguna discapacidad.

También es fundamental aclarar que hay algunas etiquetas más evidentes que otras y varían entre cada persona. Los identificadores como la raza, al ser evidentes a primera vista, tienen más peso en nuestras interacciones diarias, mientras que, etiquetas como la religión, al no ser perceptibles de tal modo, afectaran de manera distinta nuestra relación con nuestros pares. Esto no quiere decir que hay algunas etiquetas que “valgan menos” sino que afectan nuestra interacción con el mundo exterior de manera variada y particular dependiendo del contexto en el que nos desarrollamos y a que otros grupos pertenecemos.

 En repetidas ocasiones, los medios masivos de comunicación denuncian los excesos de etiquetas refiriéndose a una “obsesión de la clasificación”. Sin embargo, la autoconsciencia de estas etiquetas o pertenencia a grupos nos permiten entender cómo la sociedad nos percibe, cuáles son los problemas que debemos enfrentar y quienes pueden sentirse identificadxs con nuestra lucha. 

Aceptar nuestro rol y privilegio en el gran sistema es el primer paso para desmantelar los organismos de opresión que permean en nuestra vida cotidiana.


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