Introspecciones sobre mi divorcio

Paulina L.

marzo 14, 2022

"Si piensas que irte es difícil, intenta quedarte..."


Ésta es una de las miles de frases que hoy encuentras en las redes sociales y que hacen referencia a una separación amorosa. Hay 20 mil millones de consejos y tips…. desde memes muy chistosos y sitios web que orientan sobre el divorcio, hasta coaches para el “conscious uncoupling”, o separación consciente, un término que pusieron de moda la actriz Gywneth Paltrow y Chris Martin (vocalista de Coldplay) cuando se separaron.

Hace 10 años, cuando yo firmé el divorcio, no había nada de eso –o probablemente yo estaba muy ocupada tratando de salir del trance y nunca lo registré–. La verdad es que también pienso que, a pesar de los múltiples recursos que hoy puedan existir, al final, el dolor y el miedo que una persona -género indistinto- enfrenta cuando se divorcia, son ineludibles, con o sin frases motivadoras en Instagram.

Quiero aclarar que con este texto no pretendo erigirme como experta en el tema o escribir una guía sobre “Cómo Divorciarse sin Morir en el Intento”. Simplemente, quiero compartir mi experiencia y mi perspectiva a una década de que inició un proceso que nos cambió la vida por completo (y desde luego hablo en plural).


El dolor como motor de crecimiento


Cuando miro hacia atrás y pienso en los primeros años del divorcio, la primera palabra que viene a mi mente –que ya mencioné arriba– es dolor. En general, los divorcios son complicados. Pero hay algunos que se resuelven relativamente bien y rápido, y otros, que pueden ser desgarradores y eternos. En cualquiera de los dos casos, hay algo que se rompió. Que no salió como se había planeado originalmente. Y que también te confronta con algunas creencias insertadas en nuestra psique desde que somos niñas, como que el matrimonio es para siempre o que el divorcio es un fracaso… Hubo quien llegó a decirme –100% convencido de lo que decía– que “a las mujeres divorciadas nunca les va bien”. No importaba que justamente en ese momento tuviera yo éxito a nivel profesional y económico. La sentencia era implacable: “A las mujeres divorciadas nunca les va bien”.

Si bien no le di importancia a tal aberración, sí he de reconocer que por mucho tiempo sentí una gran incertidumbre con respecto a mi futuro y el de mis hijos. La “estructura” familiar, se había roto, y no sólo tenía que hacerme cargo de mi estado emocional –entre otras muchas cosas–, sino también del de mis hijos pequeños. Hubo momentos de pánico, de un miedo paralizador y de mucha tristeza también. Con el tiempo fui desarrollando algunos mantras propios –ahora podrían llamarse ejercicios de “mindfulness”– que me ayudaron a salir de las crisis.

Fue ese mismo dolor –ahora lo veo así– lo que me dio un gran impulso. Empecé a pensar y actuar como los alcohólicos: un día a la vez. Resolvía lo que se iba presentando, sin tener muchas expectativas de mí misma, aceptando mi dolor y mi miedo. Asumí que no era ninguna superwoman y decidí ser amable –hasta condescendiente, diría– conmigo misma. 


Primero lo primero


Marqué prioridades. Había que resolver el tema legal, el tema financiero/laboral, y desde luego, el tema emocional. Decidí también, anteponer la esperanza. Reconocer siempre que, a pesar de la separación, habría un vínculo positivo que me uniría con el padre de mis hijos y que tarde o temprano se resolverían los conflictos derivados de la separación. 

No puedo decir que el camino haya sido fácil. Creo que puedo afirmar todo lo contrario. Reconozco que no fui empática. No tuve la capacidad de ver y de entender el proceso de mi contraparte. Hoy, a la distancia, creo que tal vez detenerse a pensar, aunque sea por un momento, por lo que está pasando el/la otr@, puede hacer una gran diferencia y marcar el rumbo de los siguientes 10, 20, 30 años de toda la familia. 

 

Finalmente, encontré en la escritura un escape. Empecé un blog (donde no he sido muy constante, he de reconocer) y ¿por qué no?, acorde con los tiempos y modos del social media, abrí un perfil en Instagram con chistes, memes y frases profundas sobre el divorcio. 😉

Hoy -contrario a lo que me advirtieron- mi vida va bien. Y mi estado civil (si soy divorciada, soltera, vuelta a casar, etc.) no define eso. Es cierto que, como dice el famoso cliché, el tiempo lo cura todo. Pero hoy también reconozco que se necesita de la voluntad de todas las partes para que eso suceda. 

Porque, como dice Murakami: “...no podemos quedarnos simplemente sentados y mirar nuestras heridas para siempre”.

Paulina L.

Paulina L. es el seudónimo de una mujer mexicana de 50 años, quien, a pesar de seguir peleando su divorcio en tribunales, vive con la certeza de que las separaciones amistosas e inteligentes son posibles.


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