Aunque sabemos que todos somos seres únicos y con características que nos hacen especiales y diferentes a los demás, hay ciertos rasgos que pueden mostrarnos que una persona, miembro de nuestra familia, amigo o conocido, tiene alguna condición que lo distingue de lo “neurotípico”.
Ser neurotípico es ser una persona que tiene las funciones cerebrales y comportamientos considerados como estándar o típicos, por lo que suelen alcanzar todos los aspectos del desarrollo y del comportamiento en los mismos momentos y edades que se consideran estándar para la mayoría de las personas.
Ahora, y en pro de la inclusión y diversidad que se está buscando en diferentes ámbitos, se usa el término contrario, neurodivergente, que busca centrarnos en las diferencias que existen en un cerebro en lugar de los déficits, las cuales contribuyen a la diversidad en la sociedad y la aceptación de otras habilidades valiosas.
El síndrome es Asperger es parte de los transtornos del espectro autista, digamos que es el nivel 1 de este espectro porque está cercano a una funcionalidad “neurotípica”, y en ciertas personas es casi irreconocible. Algo que los engloba es la dificultad para las relaciones sociales, así como el marcado gusto extraordinario por cosas, personajes fantásticos, míticos o de la actualidad. Son estos gustos extraordinarios y su increíble sensibilidad a los estímulos lo que los acerca a la virtuosidad o genialidad.
Podría seguir con una amplia explicación basada en libros o en textos que cualquiera puede leer en Google, pero mejor quiero compartirles mi experiencia personal como mamá de un chico diagnosticado con Asperger, esperando orientar a alguien que pueda tener la inquietud sobre el desarrollo o comportamiento no “típico” de su familiar, que puede ser un niño o, incluso, un adulto que pasó por la vida siendo “peculiar” y “destacado” a la vez.
Distinguir estos rasgos singulares empieza desde que son niños pequeños; en mi caso mi niño tenía gustos muy especiales y diferentes con respecto a los niños de su edad, empezando desde bebé con su fascinación por las estrellas o por cualquier objeto giratorio, pasando por los faraones, los planetas, los villanos de las películas infantiles, entre otros.
Sus gustos tan marcados eran algo natural de él y a la vez fascinante, qué papá no se sentiría orgulloso de que a su hijo se sepa los nombres de los planetas al derecho y al revés a una muy corta edad y además, que dibuje sobre esto de una manera muy avanzada.
Para mi punto de vista, esta fascinación por temas particulares se debe a su alta sensibilidad, lo cual tiene grandes ventajas porque los convierte en virtuosos, pero también sus retos porque los estímulos que pueden pasar desapercibidos para la mayoría, ellos los reciben a una elevada potencia, de ahí su sensibilidad a las texturas, sabores, ruidos y estímulos visuales.
Admirándolo día con día y viendo cómo iba enfrentado diferentes retos en una escuela tradicional, siendo él totalmente funcional y con alta capacidad intelectual, la parte social es la que nos preocupaba porque veíamos que le causaba temor e inseguridad la interacción con sus pares y por lo tanto, el temor le impedía desenvolverse en ese ámbito.
A lo largo de sus años fue reforzando sus talentos y características únicas, pero también quedándose pasos atrás en su desarrollo social- a este tipo de chicos les cuesta trabajo leer e interactuar con los demás, por lo que pueden ser muy callados, introvertidos o, por el contrario, muy extrovertidos y algo imprudentes.
Sin un diagnóstico certero, mi esposo y yo buscábamos maneras de apoyarlo en la parte social, pero también en su hipersensibilidad y comportamientos, ya que mostraba mucha rigidez mental, poca paciencia y baja tolerancia a la frustración. En ese entonces yo ya había leído sobre este síndrome y pensaba que, al no cumplir con todas las características generales, nuestro hijo no lo tendría; lo que aprendimos después es que justo al ser un espectro, cada persona tiene sus particularidades.
Más adelante de preadolescente nos dieron un diagnóstico certero, lo que sinceramente nos ayudó a nosotros como papás a legitimar un poco nuestras preocupaciones, entender por qué de ciertas conductas y dejar de preguntarnos si algo habíamos hecho mal en su formación de sus primeros años de vida, si lo habíamos sobreprotegido o si los abuelos o tíos lo habían consentido de más.
El conocimiento brinda claridad y abre las puertas a diversas posibilidades de apoyo. Toda la familia alrededor de él estamos admirados, orgullosos de sus avances y talentos, pues siempre se destacó académicamente en escuelas tradicionales y actualmente como estudiante universitario.
El síndrome de Asperger no desaparece conforme la persona crece, hay muchos avances, pero siempre retos, sin embargo lo hermoso es el autoconocimiento profundo que van adquiriendo de sí mismos y la autoresponsabilidad de cumplir con sus metas, pero también de desechar los comportamientos “estándar” en los que no creen ni les interesa seguir, lo que los hace muy poco influenciables.
Para cerrar, comparto unas cuantas recomendaciones de acuerdo con mi experiencia personal: